V: Un nombre hace un destino
Nomotoco
Yey Ehecatl Yancuic Cali,
caj tlacuilo mexica,
kenomotoco?
(Mi nombre es
Tres Viento Casa Nueva,
soy escriba mexica,
La historia de MĂ©xico es leyenda, y las leyendas aztecas son historia, sin acuerdos historiogrĂĄficos hasta la fecha, porque ni los historiadores ni las instituciones se ponen de acuerdo en muchos aspectos.
Los mexicas de ayer y los mexicanos de ahora viven en un mundo legendario y mĂtico, repleto de sĂmbolos y señales esotĂ©ricas, dentro de un realismo mĂĄgico que hace posible lo imposible a la vez que marca unos lĂmites caĂłticos y fĂ©rreos de los que no se puede huir.
Todo se mezcla, todo se sincretiza, el hoy y el ayer, la ciencia y la magia, la comida y la salud, lo mĂĄs moderno y lo mĂĄs antiguo, en un mestizaje tan perpetuo como productivo en el que es muy fĂĄcil perderse, enamorarse o desesperar.
Todo se crea y todo se diluye en un juego de identidades patrióticas y malinchistas, nahuas y españolas, mexicas y europeas, pieles, ascendencias y descendencias, desprecios y racismos, con orgullos exagerados tanto en la victoria como en la derrota, a la espera del milagro infinito o de la paz y la tranquilidad de la molicie en la hamaca, donde la identidad se acrecienta o se diluye sin dejar rastro, pero siempre presente, en la eterna paradoja del todo y la nada.
Lo perseguido no desaparece, y lo que parece inmanente desaparece de la noche a la mañana sin rubor alguno, como las lenguas y las costumbres prehispånicas.
Quedan los nombres para mantener la identidad, pero no el acuerdo en su significado, porque hay diferencias claras en las traducciones y en su interpretaciĂłn. Los tlatoanis, por ejemplo, ni siquiera tienen un nombre real basado en el dĂa de su nacimiento, en su nĂșmero, en su tonal (espĂritu) y en su nahual (animal representativo), sino una especie de apodo al estilo europeo, que habla mĂĄs de su forma de gobernar que de su nacimiento, lo que despierta ciertas sospechas de manipulaciones o interpretaciones eurocĂ©ntricas.
El nĂĄhuatl y su cultura ha quedado entre lĂneas y puede leerse por todo el territorio mexicano en nombres propios y toponĂmicos, a pesar de las mezclas y del sincretismo, de los acomodos y de los intereses de uno y de otro lado.
Los tlatoque posteriores a la conquista, del 1525 al 1565, tienen todos nombre españolizado, como AndrĂ©s de Tapia Motelchiuh, que toma el nombre de uno de los lugartenientes de CortĂ©s y lo une a su apelativo mexica para no perder identidad, pero que sigue careciendo de su verdadero nombre: dĂa, nĂșmero, tonal y nahual de su nacimiento.
Hombres y nombres de amate o de papel que sirvieron para justificar y legitimar la usurpaciĂłn territorial y gubernamental de la Nueva España, que poco o nada tienen que ver con la concepciĂłn mĂstica y profĂ©tica del nacimiento en las culturas nahua.
Los mexicas cultivaron una astrologĂa compleja, como transcribiĂł Bernardino de SahagĂșn a pesar de los enfados y reticencias de Toribio de Benavente, donde nacer en un dĂa determinado crea un carĂĄcter y unas posibilidades de vida, que decantan hacia un destino personal y a una funcionalidad dentro del grupo.
La pregunta principal es: ¿Para qué naciste?
De ella se derivan otras preguntas:
ÂżCĂłmo te llamas?
¿Quién eres?
ÂżCĂłmo eres?
¿Para qué sirves?
ÂżA dĂłnde irĂĄs?
ÂżA dĂłnde llegarĂĄs?
Todas ellas, desde la perspectiva nahua, tienen respuesta en el nombre, que se conoce por uno de los veinte signos y un nĂșmero, del uno al trece, que los recorre cĂclicamente. Trecenas numĂ©ricas que recorren una veintena de sĂmbolos mĂticos.
Cipactli
ÂżCĂłmo te llamas?
Tu nombre es Lagarto, Cocodrilo o CaimĂĄn, por eso pareces frĂo y fiero, imprevisible, capaz de morder y pelear cuando nadie se lo espera.
¿Quién eres?
Eres el que recorre las aguas y escarbas en la tierra para dejar tu rastro por ahĂ dĂłnde pasas, por eso naciste para que se note tu presencia incluso cuando estĂĄs ausente.
ÂżCĂłmo eres?
Puedes parecer muy fiero y poco agradable a la vista segĂșn los ojos que te vean, pero tienes buen fondo. Las mujeres Cipactli son muy bravas con el mundo, pero tiernas y cuidadosas con sus crĂas.
¿Para qué sirves?
Para sembrar la chinampa y para cazar a los que se descuiden, aunque es posible que de vez en cuando descuides la cosecha.
ÂżA dĂłnde irĂĄs por el Semanauac?
No muy lejos de tu querencia por tierra, pero por el agua podrĂĄs ir muy lejos y encontrar nuevos lugares para asentarte y medrar.
ÂżA dĂłnde llegarĂĄs en la vida?
Cipactli, el Lagarto
Ehecatl
ÂżCĂłmo te llamas?
Tu nombre es Viento, Aire, o Aliento, por eso siempre vas de aquĂ para...