CĂRCULO III
El abismo de las emociones
Competencia: Autocontrol
«La mayorĂa de nuestras equivocaciones en la vida nacen de que cuando debemos pensar, sentimos, y cuando debemos sentir, pensamos.»
John Churton Collins
El grupo de Atila se encuentra ya en el tercer cĂrculo. Miren donde miren sĂłlo pueden observar personas atormentadas.
En este espacio siempre cae, de manera continua, una lluvia fortĂsima. Es una mezcla de granizo grueso, agua turbia y nieve, que se precipita a travĂ©s de la atmĂłsfera oscura y perversa, y que repudre la tierra al penetrarla.
A este tercer cĂrculo vienen castigados quienes tuvieron el vicio terrenal de la gula.
Se completa el castigo con la pena añadida de vivir ensordecidos por los horribles ladridos de Cerbero, el demonio del pozo. Su principal cometido es asegurar que ninguno de los allĂ condenados abandone este cĂrculo.
Cerbero es un perro monstruoso de tres cabezas, con una serpiente de colmillos funestos en lugar de cola e innumerables cabezas de culebra en el lomo. Su vista es roja, porque los ojos estĂĄn llenos de fuego. Su pelo es inmundo y rizado, ancho su vientre, uñosas sus patas, con las que troncha las almas, las pela y las descuartiza. Permanentemente se encoleriza, cruel, con la postrada gente que habita en este cĂrculo.
Era imposible reconocer a nadie en este tercer cĂrculo puesto que a todos les faltaban trozos en sus cuerpos desgarrados.
Cuando Cerbero ve llegar a los visitantes, abre las golas y empieza a prepararse para un gran festĂn inesperado. Al verlo, SĂłcrates, Maquiavelo y Diderot se agachan, toman tierra con ambas manos y se la lanzan a cada una de sus bocas, apartĂĄndolo asĂ de su camino.
El grupo continĂșa su andadura por este tercer cĂrculo avanzando entre el infernal fango a paso lento, rodeados de sombras y de lluvia.
En esto que Atila pregunta a SĂłcrates:
âMaestro, estos tormentos que sufre hoy toda esta gente, ÂżserĂĄn menos violentos y crudos tras la gran sentencia?
Tras pensarlo brevemente, SĂłcrates le responde:
âÂżAcaso no sabes que cuanto mĂĄs y mĂĄs perfecta es una sustancia mĂĄs sensible es al bien pero tambiĂ©n lo es a la terrible dolencia?
âO sea que toda esta turba, castigada por los tiempos de los tiempos, no avanzarĂĄ hacia la perfecciĂłn y no hallarĂĄ ganancia alguna en el juicio eterno, Âżverdad? Pues te digo que entonces es difĂcil entender el sentido del castigo. Si no es para ser consciente del mal causado y corregirlo en el futuro, ÂżquĂ© sentido tiene?
Con una leve sonrisa de resignaciĂłn, SĂłcrates dejĂł suspendida la pregunta en el aire.
Finalmente, y tras ascender a un pequeño montĂculo, llegan a la parte posterior del cĂrculo. AllĂ se encuentra la salida. Y allĂ les espera Cerbero.
En la zona de la salida hay cinco puertas. Cerbero estĂĄ sentado ante ellas mostrando toda su fiereza. Sin saberlo Atila y sus amigos, Lucifer ya se habĂa dirigido al perro infernal advirtiĂ©ndole de la visita. Su cometido debĂa ser crear confusiĂłn y obcecaciĂłn entre el grupo, para impedir que descubran la salida de este cĂrculo.
Los ve avanzar hacia Ă©l y les conmina:
âAtila, ya he sido informado por mi señor que vuestra misiĂłn en este cĂrculo era sĂłlo conocerlo. Por tanto, si Ă©se es tu deseo, puedes permanecer en Ă©l tanto tiempo como estimes oportuno.
âYa he observado lo suficiente como para pasar al siguiente cĂrculo. Te ruego que me indiques cuĂĄl es la puerta de salida âle responde con sequedad manifiesta.
âNo puedo acceder a tu peticiĂłn. Recuerda que yo soy el responsable de evitar que nadie salga. Desde el principio de los tiempos me fue prohibida la posibilidad de decirlo. Y no serĂĄ ahora cuando rompa esa instrucciĂłn.
âEntonces tendremos que buscarla por nuestros propios medios.
âNo puedo oponerme ya que no habĂ©is sido condenados a permanecer aquĂ. Sin embargo, no podrĂ©is utilizar la puerta que estĂĄ señalada con el nĂșmero cuatro.
âÂżPor quĂ© no?
âNo estoy autorizado a daros esas explicaciones. Sencillamente os estĂĄ vetada esa posibilidad.
âPero es absurdo. Puedo entender que no nos digas cuĂĄl es la puerta de salida y que la tengamos que buscar nosotros. Ahora bien, si conoces nuestra misiĂłn aquĂ, Âżpor quĂ© no podemos utilizar la puerta cuatro?
âNo insistas, Atila. Ya os he dicho que no la podrĂ©is utilizar y no la utilizarĂ©is. Me encargarĂ© personalmente de que asĂ sea. âY poniĂ©ndose de pie sobre sus cuatro patas, hinca las garras en el suelo, levanta sus tres cabezas de manera provocadora y mueve con fulgor su cola de serpiente.
Los cuatro amigos retroceden unos pasos, un poco espantados por el terrible espectĂĄculo de aquella fiera.
âÂżNo os parece extraño? âpregunta Diderot.
âDesde luego âreflexiona SĂłcratesâ. De todos es conocido que de las cinco puertas existentes sĂłlo una permite salir del tercer cĂrculo. Cerbero es conocedor de nuestra misiĂłn y de que no representamos ningĂșn peligro. ÂżPor quĂ© nos permite buscar la salida por cualquiera de las puertas pero nos impide que probemos con la nĂșmero cuatro?
âProbablemente es una trampa de su mente diabĂłlica y precisamente la nĂșmero cuatro es la puerta correcta.
âO probablemente es una trampa para que nos ofusquemos con esa puerta y nos olvidemos de las otras âcorrige Maquiavelo.
âÂżQuĂ© quieres decir? âpregunta Atila.
âEs un viejo truco muy utilizado. Alguien te la...